lunes, 26 de mayo de 2014

Las mayorías se equivocan

Después de haber visto los resultados de las elecciones hace algunos días, he recordado una clase maravillosa que tuve sobre democracia en mis años de universidad. Se planteaba, a fin de cuentas que la democracia es el gobierno menos malo de los que existen, ya que el poder emana siempre del pueblo, y en el caso de la Democracia Representativa, recae sobre sobre los gobernantes escogidos por la mayoría (la mitad de los votantes más uno). He aquí el primer error en el que incurrimos cuando hablamos de Democracia. En el caso de Colombia 32.975.158 habitantes están habilitados para votar. Sin embargo solo votaron 13.216.402, es decir, solo la mitad más uno de esos trece mil son los que pueden escoger al presidente. Existe entonces una ambigüedad, ya que si fuéramos un país democrático LA MAYORÍA debería escoger al presidente, y esos 13.216.402 votantes, así votaran por un solo candidato, no llegaría a ser ni siquiera la mitad de los votantes habilitados que como indico más arriba pueden votar. Para mí esto es muy claro. En Colombia no existe en cuanto a elecciones ninguna democracia, más bien existe una mayoría dentro de la minoría que escoge al presidente. Una mínima mayoría que además se equivoca, y que queda demostrado en la historia de la humanidad con algunos ejemplos como los siguientes:

1 -    La mitad más uno pensó hace algunos siglos que la tierra era plana.
2 -   La mitad más uno pensó en algún momento de la historia que éramos el centro del universo (Recuerden que a Galileo le tocó retractarse para no morir por decir lo contrario).
3 - Cuando Poncio Pilato le preguntó a la mayoría quién debería ser crucificado, la mitad más uno, decidieron que Jesús muriera en la cruz, y se salvara el ladrón.
4 -  En cierto momento la mayoría pensó que la mujer estaba por debajo del hombre (Todavía hay mayorías que lo piensan).
5 -  La mitad más uno escogió a Hitler como presidente de Alemania en 1933.


La abstención en esta primera vuelta fue de más del 60% de votantes. Tal vez deberíamos pensar entonces cuál democracia es la que tenemos, a veces pienso (creo que sin tener la razón) que tanto abstencionismo es un síntoma claro de que no queremos democracia, o de que en el fondo sabemos que ya no existe. Cabe pensar entonces que quizás la democracia no es el menos peor de los gobiernos y nos serviría más una dictadura, que es finalmente lo que vamos a tener cuando Zuluaga (títere) se monte al poder, luego vendrá otro títere, o incluso uno de los hijos del que maneja los hilos. Del próximo dictador de Colombia que ya llevaba ocho años en el poder y quedó con ganas de más. Tal vez quiera ser como Francisco Franco, presidente (dictador) hasta su muerte. Ahora me pregunto ¿Por qué en la segunda vuelta no sirve el voto en blanco? Tocará para las próximas votaciones, como dice mi papá, dejar que el diablo decida.

viernes, 23 de mayo de 2014

Mi primera experiencia como docente

Algo me dice que después de leer todo este artículo probablemente usted, lector, pensará que fui una ingenua, o que todo lo que le voy a contar no es tan grave y ocurre no solamente en los colegios privados sino también en los públicos. No obstante siento la necesidad de contar lo que vi y oí.

Quizás me dejé llevar por la primera impresión en la entrevista. Dos señoras, de cuarenta y tantos años me recibieron en una oficina. Fueron extremadamente amables conmigo. Yo, la verdad aparentaba una experiencia que solo da la edad y por lo tanto no tengo, y sin embargo confiaron en mí y me dieron el empleo sin siquiera tener el cartón. La verdad me dije: “No, pues si el colegio es como estas señoras entré al cielo”. Tal vez no hice el debido proceso mental, cuando al final de la entrevista me dijeron que los niños y jóvenes del colegio era una población difícil. Lo único que alcanzo a recordar fue que pensé: ¡Bien, un reto más para mí!

Difíciles es un adjetivo que no recoge el verdadero significado de lo que es la población estudiantil de este colegio. Déficit de atención, hiperactividad, síndrome de Asperger, síndrome de Down y autismo son algunos de los problemas de los niños. Yo, con mi maravillosa ignorancia (estado de llenura según Platón) creí en un principio poder controlar, no, no controlar, encauzar toda esa energía y dificultades en ganas de aprender y conocer, eso sí, estando quietecitos. Por ejemplo, ponía puntos negativos en el tablero si se movían o hablaban mientras yo dictaba la lección, o pegaba los gritos que nunca he pegado en mi vida para hacerme oír. Parecía una de esas profesoras viejitas que mis papás, mis abuelos y mis bisabuelos odiaron tanto. Pronto me di cuenta de lo que sabía de pedagogía era poco, y que de nada servía tanta teoría en la realidad. Cambié de estrategia, y terminé enseñándoles parados, bailando, cantando, con ellos montados en los árboles, en la cancha de microfútbol y en el parque. Algunas cosas funcionaban y otras no, a veces sufrí desesperos y brotaron lágrimas ante la impotencia de no poder dar una mínima clase que les diera las herramientas suficientes para enfrentarse a un texto escrito. Creo que algo me entendieron de los temas, de las lecturas no sé, solo sé que para mí era indispensable ponerlos a leer lo que quisieran por lo menos una vez a la semana.

Me he desviado un poco, no es de mi dificultad de la que vine a hablar, aunque fue un elemento importantísimo cuando decidí irme. Lo que quería contarles es que no entiendo, cómo un colegio donde existen este tipo de inconvenientes no posee un psicólogo o mínimamente un educador especial, y los llamo inconvenientes y problemas no porque ellos tengan la culpa, o porque sean diferentes o “anormales”, todos lo somos o por lo menos deberíamos comenzar a querer ser diferentes unos de otros y no homogeneizar al estudiante, al niño, al adolescente. Los llamo así porque definitivamente necesitan un cuidado y una educación diferente a la que a mí, como filóloga hispanista, como amante de las letras, la literatura y de la enseñanza de estas me enseñaron en la universidad. A veces como educadores nos enseñan cosas que están tan lejos de la realidad, que resulta imposible pararse en tierra firme. Como he pensado desde siempre, para ser educador no solo se necesitan pelotas, también se necesita muchísima intuición.

Tampoco entiendo cómo una rectora que en un principio me mostró un rostro tan jovial de la vida y del colegio, de su colegio (es la dueña además), pudo convertirse de un momento a otro en una maltratadora, y uso esta fuerte palabra porque no puedo llamar de otra forma el hecho de gritarle en una de mis clases a los estudiantes de la forma en la que ella lo hizo (y lo sigue haciendo), erigiéndose como jueza, no, perdón, como dictadora, ya que los regañados nunca (en el tiempo que duraron los gritos) fueron “inocentes hasta que se demostrara lo contrario”, siempre fueron culpables (y eso que ellos intentaron hablar levantando la mano e interrumpiéndola). Tampoco entiendo cómo toda una dama se quita uno de sus zapatos para pegarle a una mesa durante el regaño, quizás para darle más dramatismo al régimen, perdón, al regaño; ni cómo se enfrenta a un adolescente de quince años que lo único que quiere es que lo dejen hablar para explicar lo que sucedió.

Se los juro que luego del regaño sigo sin entender cómo esta señora llama a una de las profesoras (a propósito madre de uno de los regañados), y también le grita delante de estudiantes, coordinadores y profesores. No sé la verdad si estaré muy loca por sentir la impotencia que sentí, lo único que sé es que yo salí con la boca abierta de esa clase que comenzó siendo de lenguaje, y termino siendo de abuso del poder.

Tampoco entendí comentarios de ella acerca de no volver a contratar mujeres ya que se embarazan. Ni hoy entiendo un correo que nos envió a los profesores enojadísima, diciéndonos que “si nos íbamos a incapacitar por lo menos avisáramos y mandáramos talleres”. Este “nos íbamos” me recuerda al neurocirujano de una amiga, que cuando descubrió por fin el tumor que ella tenía en la cabeza le dijo “Ah, qué pesar, lo dejaste avanzar mucho”.


Y me sigo preguntando ¿Será que armé una tormenta en un vaso de agua?

sábado, 29 de junio de 2013

No somos nadie

…Los nadies: los hijos de los nadies, los dueños de nada…                                    
…Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata….
Eduardo Galeano.

Hace poco, mientras hacía un trabajo para una clase en donde el tema principal era Latinoamérica, me enfrasqué en varios problemas con el profesor.

El trabajo debía responder a una pregunta sobre la identidad latinoamericana, mi pregunta general a responder era si teníamos o no dicha identidad. En realidad el profesor no era el problema, a veces pienso que tampoco lo era yo. El problema en realidad era el tema, la pregunta que intentaba solucionar. Para empezar el profesor me propuso una bibliografía ardua y exhaustiva sobre el papel que cumplíamos los “Latinoamericanos” en “Latinoamérica”. Así que comenzamos a leer cosas de la conquista. El inconveniente comenzó cuando proclamé mi hipótesis: para mí no teníamos esa identidad de la que hablaba la mayoría de textos que leí. Me acuerdo que el famosísimo Ángel Rama fue uno de los que avivó mi hipótesis, porque él pretendía en algunos de sus textos encontrar esa identidad, para hacerlo había necesariamente que hablar sobre el viejo continente, Europa. 

Para mí en realidad no es un problema hablar sobre Europa, ¿quién no quisiera escribir y hablar sobre Italia, Portugal o Francia? Pero precisamente Europa era para mí el acusado, el velo y el espejo de doble filo que no me dejaba ver más allá. ¿Por qué se habla de una identidad solamente cuando llegaron los españoles? ¿Acaso no éramos un pueblo antes de que llegaran? Según el profesor somos herederos y ya no podemos hacer nada, él decía que a partir de esa herencia formamos lo que hoy somos: una identidad latinoamericana. Yo distaba mucho de su punto de vista, para mí esa identidad se encontraba más allá de la cortina endurecida de la herencia europea, para mí, y tengo que admitir que a veces soy muy soñadora, esa herencia, aunque es algo real en la actualidad, no nos llevaba a tener identidad.

¿Por qué no decir que había algo mucho antes de la conquista de América? En este momento América, en especial Latinoamérica, es uno de los continentes con más multiculturalidad, seguramente si cada uno de nosotros buscara en nuestras raíces, la mayoría tendría antepasados europeos, pero también sangre indígena y negra corren por nuestro cuerpo. Me puse a buscar peligrosamente y terminé leyéndome algunos libros sobre las culturas indígenas más representativas de América: Los Mayas, los Aztecas y los Incas, norte, centro y sur, respectivamente. En realidad eran muy pocos libros para conocer las culturas aborígenes, pero por lo menos tenía algo. Cuando le comenté al profesor que la bibliografía había tomado un curso diferente, me miró con cara de preocupación, pero aceptó. Yo pretendía mostrar a toda costa mi visión un poco antropológica, para mí no teníamos una identidad latinoamericana, para mí la identidad se había borrado por completo cuando llegaron los españoles. El profesor comenzó a intentar tirar mi teoría a la basura, diciéndome que eso no servía para el mundo real, en estos momentos es imposible volver a lo indígena; es más, me dio bibliografía de escritores que decían que el único camino para seguir adelante era olvidar ese pasado remoto de violencia y contemplar el futuro, él decía que cómo iba a haber una identidad dentro de los indígenas si ni siquiera se entendían entre las distintas comunidades debido a sus múltiples y variadas lenguas. Busqué más bibliografía, no quería darme por vencida, algunos profesores me dieron la razón, y me ayudaron un poco, uno me explicó como había teorías comprobadas de que había comunidades del centro que tenían comunicación con el norte, intercambios comerciales sobre todo. Incluso hace poco un expedicionario hizo en barco la ruta que debieron haber seguido nuestros antepasados indígenas para comprar y vender. Me lancé en disparada hacia la oficina del profesor y le dije que había encontrado serias investigaciones sobre teóricos que habían viajado en barco desde las costas de Venezuela hasta México, sólo para comprobar una de las rutas que supuestamente algunas culturas indígenas utilizaban en el pasado; fui un poco más lejos, le dije que en las tres culturas más importantes la luna era una diosa que siempre era mujer, y en las tres denotaba fertilidad, ¿una coincidencia? A lo que el profesor de burló socarronamente y me dijo que parecía uno de los tres pastorcitos que dijo que había visto a la Virgen María. La verdad me enfadé, volví a buscar a los profesores que me habían ayudado y me dieron la única noticia que nunca pensé encontrar en una de las universidades públicas donde existe tanta multiculturalidad: a algunos profesores no se les puede llevar la contraria. 

Llegué a la conclusión de que no podía darle la razón si yo creía que no la tenía, así que hice mi exposición lo mejor que pude para convencer por lo menos a mis compañeros, y dije que no teníamos una identidad porque la habíamos construido a partir de una usurpación de la cultura. Supuestamente una de las razones por las que tenemos identidad es la lengua, una lengua robada, un montón de dialectos que hacen que nos individualicemos más frente a las demás regiones. La historia que vivimos tampoco es latinoamericana, es de naciones que viven en una misma región, los problemas de México no le incumben a casi ningún otro país, sólo cuando es un problema de fronteras aparecen los gobiernos para decir que somos uno sólo, que no hay límites, que somos la misma estirpe. Ser latinoamericano por fuera de nuestro continente significa ser un marginado, ser del tercer mundo porque ni alcanzamos a ser del segundo, que por cierto no existe.  Lastimosamente luego de mi exposición,  los demás alumnos también estuvieron de acuerdo con el profesor, así que yo quedé como una soñadora y con la peor nota de todas.

¿Y qué come un latinoamericano? Le pregunté al profesor en últimas, el cual no supo responderme, no tenemos identidad latinoamericana porque no nos consideramos latinoamericanos, porque nuestro origen fue mutilado para ser copias eternas de Europa, porque nuestras creencias son totalmente sincréticas, y así un día le rezamos a dios, pero al otro vamos donde brujos a que nos hagan bebedizos, porque estamos fraccionados lingüísticamente, porque cuando hablamos de nuestras culturas y de nuestras regiones nos convertimos en chovinistas, y nos creemos superiores mientras más costumbres occidentales tengamos. En el exterior, si nos encontramos con un peruano, nos presentamos como colombianos, él a su vez dirá que es peruano, la diferencia entre latinoamericanos y norteamericanos la hacen los de afuera. 

Latinoamérica, palabra pronunciada por el filósofo chileno Francisco Bilbao en un discurso que hizo en París, la palabra que simplemente nos hizo diferenciarnos de los de arriba; gracias a ella hablamos de literatura latinoamericana, arte latinoamericano, cultura latinoamericana, cuando ni siquiera nosotros mismos sabemos lo que significa ser latinoamericano, estoy de acuerdo en que hay que seguir adelante pero sin olvidar. Si estas preguntas siguen atormentándonos debe ser porque aún no hemos reconciliado ni agotado el tema de "qué es ser latinoamericano", ahora, los mismos teóricos pretenden embaucarnos diciendo que tenemos una identidad, o peor, que somos independientes y libres.

domingo, 6 de mayo de 2012

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La internet como método de aprendizaje 
(más contras que pros)


Mucho se ha hablado sobre las grandes cualidades que posee la web para el aprendizaje, gracias a google por ejemplo podemos acceder a casi cualquier información con sólo un clic, podemos encontrar fotos, biografías, artículos, tareas, etc. sin tener que acudir a una biblioteca,  sin tener que acceder a su base de datos y luego buscar con cuidado el libro en unos estantes grandísimos, mirando el papel donde anotamos el número de la serie del libro y el estante a la vez para ver que no se nos pase por atolondrados; en esto podríamos demorarnos algunos minutos, algunos perezosos irán a la biblioteca, buscarán su libro y saldrán pensando que perdieron 10 minutos de su vida buscando algo que debería ser más rápido de encontrar. Efectivamente en internet podemos buscar la información desde la comodidad de nuestras casas, parados, acostados, en pijama o desnudos y además comiendo (en la biblioteca no nos dejan comer). Además para los profesores que nos piden bibliografía, encontramos buenos artículos hechos por excelentes teóricos, y ni qué decir de los e-book. Así entonces podemos leer El Quijote y tener mil pestañas abiertas, con conversaciones de messenger y leyendo a la vez las publicaciones del facebook. Podemos encontrarnos entre varios para hacer trabajos, podemos hablar con nuestra prima en Australia por skype gratis, etc. 

Ahora tengo que remontarme al pasado, mucho más atrás de Cristo, porque quise escribir este prospecto de artículo gracias a los griegos, ellos que al final no son más inteligentes que nosotros, sino que pensaron primero, ya habían vaticinado de alguna forma lo que significaría algo como la internet. Se trata de la escritura, al parecer los griegos odiaban la escritura, ¿por qué? Bueno, según ellos la escritura era terrible porque significaba la pérdida de la memoria, antes de que existiera la escritura en la Grecia antigua lo que hacían estas personas era llevar su mitología en la mente, recordándola una y otra vez y contándola a sus hijos y a todo quien estuviera dispuesto a escuchar, las cosas que sabían o que aprendían quedaban en su memoria, los números, los mitos, su filosofía. En este momento tal vez nos parezca increíble que hubieran personas que aprendían y memorizaban tantas cosas, esa es precisamente la consecuencia de que tengamos internet.

Gracias a la escritura podemos precisamente saber cómo pensaban los griegos, podemos leer las biografías de los hombres ilustres, podemos conocer la historia, lastimosamente la escritura nos llevó a no tener que aprendernos todo de memoria, yo no recuerdo qué aprendí cuando vi integrales en el grado once, no recuerdo los significados de algunas palabras e incluso algunas veces no recuerdo la tabla del 7, esto se debe en gran medida a la escritura, gracias a ella tenemos el conocimiento en nuestras manos, pero no en nuestras mentes. 

Lo mismo pasa con internet, el mundo está tendiendo a la inmediatez, buscamos una información específica, la leemos, la utilizamos y luego la deshechamos y la olvidamos, eso conlleva a que cuando no la recordemos y la necesitemos de nuevo tengamos que volver a buscarla una y otra vez, lo que nos quita si lo miramos en retrospectiva demasiado tiempo. No sólamente esto, además al leer y tener muchas páginas abiertas lo que provocamos (y eso que no soy científica) es que nuestras mentes no retengan nada de lo que estamos leyendo, tal vez nos importa más el chisme que nos están contando por messenger que la consulta que estamos haciendo, y eso nos lleva a que nuestra memoria vaya perdiendo su carácter poco a poco...

Ojalá por culpa de esta inmediatez no nos vayamos a olvidar muy pronto.